¿Qué son las calcificaciones?
El calcio es un mineral indispensable para los seres humanos y, de manera habitual, se acumula en nuestros dientes y huesos para favorecer su correcto desarrollo y mantener su buen estado; pero esta no es su única función. El calcio también interviene en la coagulación de la sangre, el envío de señales nerviosas, la secreción de hormonas, el mantenimiento del ritmo cardiaco y en la contracción y relajación muscular. Por eso, es importante mantener unos niveles adecuados.
Cuando existe un exceso de este mineral, el calcio pasa a la sangre para ser eliminado por la orina, pero no siempre es posible. En ocasiones, la capacidad excretora de nuestro cuerpo se ve superada y se producen ciertas acumulaciones que provocan el endurecimiento de diferentes zonas del organismo y forman las denominadas calcificaciones. La calcificación puede ser un paso más en un correcto proceso de recuperación o rehabilitación de una lesión, pero también puede ser la causa de dolor, inflamación o debilidad muscular debido a su acumulación por exceso, ya que el tejido se lesiona y no logra regenerarse.
Síntomas de la calcificación
Por lo general, cuando hablamos de calcificaciones, no hay que hacer referencia a grandes molestias ni evidentes síntomas. Esta patología suele ser detectada de manera casual al realizar alguna prueba diagnóstica por motivos diferentes. No obstante, la acumulación de calcio puede producir dolor en la zona afectada, calambres, debilidad muscular, inflamaciones, limitación de la movilidad o el favorecimiento de las lesiones por rotura ósea. La sintomatología también depende de la zona en la que se produzca la calcificación; si, por ejemplo, la acumulación se produce en los hombros o el hueso calcáreo, puede crear serios problemas de movilidad.
Causas de las calcificaciones
Aunque el origen de las calcificaciones puede ser muy diverso, desde las consultas de Traumatología se hace referencia al envejecimiento y a la actividad laboral como las principales causas que favorecen la aparición de esta patología. El tejido se lesiona repetidamente y no logra recuperarse, creando pequeños huesos en el tendón. Sin embargo, estos no son los únicos motivos, la calcificación puede estar favorecida por:
- Microtraumatismos y sobrecargas mecánicas.
- Disminución del riego sanguíneo.
- Alimentación inadecuada.
- Problemas derivados de un mal funcionamiento del organismo.
- Causas genéticas.
Prevención y tratamiento
Para prevenir la aparición de calcificaciones o minimizar las causas que las motivan, es importante seguir un estilo de vida saludable: llevar una buena alimentación, hacer deporte y evitar consumir bebidas alcohólicas y tabaco. Además, realizar una actividad física guiada puede ayudar a evitar el sobreesfuerzo y futuros daños. No obstante, ante cualquier síntoma o molestia, es importante acudir al especialista adecuado para que realice el diagnóstico y adecúe el tratamiento a sus necesidades.
El tratamiento de las calcificaciones depende, en gran medida, de cuál sea su origen. En los casos en los que la acumulación de calcio se debe a la presencia de otra patología, las pautas médicas deben estar enfocadas a paliar la enfermedad principal y evitar la formación de depósitos de calcio. Sin embargo, si la calcificación provoca dolor e inflamación o provoca la limitación articular se puede optar por los siguientes tratamientos:
Tratamientos conservadores:
- Fisioterapia. Es el tratamiento más conservador y se centra en ejercicios y estiramientos. Su objetivo principal es mantener la fuerza y el tono muscular.
- Electroterapia. Los tratamientos con electroterapia ayudan a la destrucción del tejido calcificado y a la regeneración del tejido sano. Las ondas de choque, la iontoferesis y el láser de baja intensidad son las técnicas más habituales y se suelen combinar con terapias manuales.
Tratamientos invasivos:
- Infiltraciones. Inyecciones analgésicas que se realizan si el dolor agudo persiste.
- Cirugía. Los casos más graves pueden requerir la realización de una cirugía en la zona afectada. La artroscopia es la técnica más habitual y consiste en la realización de pequeñas incisiones para romper el tejido calcificado y limpiar la zona afectada.
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